LA RECAPITULACION Y EL DOBLE.

“…Inhaló profundamente al voltear la cabeza de manera suave a la izquierda. Luego exhaló el aire por completo mientras en forma continua volteaba la cabeza a la derecha. Finalmente movió la cabeza del hombro derecho al izquierdo y otra vez al derecho sin respirar, y luego al centro. Al exhalar, arroja fuera de ti todos los pensamientos y sentimientos que estés repasando. Y no muevas la cabeza sólo con los músculos del cuello.
Guíala con las líneas invisibles de energía que emanan de tu abdomen. Hacer que broten esas líneas es uno de los logros de la recapitulación.

Explicó que justo debajo del ombligo se encuentra un centro clave de poder y que todos los movimientos del cuerpo, la respiración inclusive, debían recurrir a ese punto de energía. Sugirió que sincronizara el ritmo de mi respiración con el giro de la cabeza, para en
conjunto lograr que las líneas invisibles de energía de mi abdomen se extendiesen hacia el exterior, hasta el infinito. Esas líneas invisibles forman parte de tu cuerpo blando, de tu doble ?explicó?. Entre más energía hagas salir mediante la manipulación de esas líneas, más fuerza adquirirá tu doble.

¿Qué es el doble?
-logré preguntar antes de perderme en un estupor soñoliento.

El cuerpo físico es una envoltura, un envase, al concentrarte en tu respiración, puedes lograr que el cuerpo sólido se disuelva, de manera que sólo quede la parte blanda y etérea. Se corrigió, diciendo que el cuerpo físico no se disuelve sino que, al cambiar la fijación
de nuestra conciencia, empezamos a entender que nunca fue sólido. Este entendimiento es la inversión exacta de lo que tuvo lugar conforme madurábamos. De bebés estábamos totalmente conscientes de nuestro doble; al crecer, aprendimos a poner un énfasis cada vez mayor en el lado físico, y menos en nuestro ser etéreo. De adultos ignoramos por completo que existe en nosotros un lado blando. El cuerpo blando es una masa de energía, sólo estamos conscientes de su dura envoltura exterior. Cobramos conciencia del lado etéreo al permitir que nuestro intento vuelva a él.

Recalcó que nuestro cuerpo físico se encuentra inextricablemente vinculado con su contraparte etérea, pero que este vínculo ha sido empañado por nuestros pensamientos y sentimientos, los cuales se enfocan de manera exclusiva en el cuerpo físico. A fin de desplazar la conciencia de nuestra apariencia dura a la contraparte fluida, primero debemos disolver la barrera que separa estos dos aspectos de nuestro ser.

La recapitulación ayuda a disolver nuestras ideas preconcebidas pero requiere habilidad y concentración para entrar en contacto con el doble.

Me advirtió que la liberación de la energía encerrada en nuestro interior entraña un considerable peligro, porque el doble es vulnerable y resulta fácil lastimarlo en el proceso de desplazar nuestra conciencia hacia él. Es posible crear una abertura en la red etérea,
inadvertidamente, y perder vastas cantidades de energía ?me advirtió?, energía valiosa necesaria para mantener cierto grado de claridad y control sobre la vida.
La red etérea es la luminosidad que rodea al cuerpo físico. Esta malla de energía es desgarrada por completo en el curso de la vida diaria. Enormes porciones de ella se pierden o se entrelazan con las bandas de energía de otras personas. Si alguien pierde demasiada fuerza vital, se enferma o muere.

¿Qué hace el doble? -pregunté.

Todo lo que queramos; puede saltar encima de los árboles, volar por el aire, hacerse grande o pequeño o adoptar la forma de un animal. Puede percatarse de los pensamientos de la gente o convertirse en un pensamiento y lanzarse, en un instante, sobre vastas distancias. Si sabes usarlo, puedes aparecerte delante de alguien y hablar con él, como si realmente estuvieras ahí. Suelto mi cuerpo físico y dejo que mi doble se haga cargo ?indicó?. Si nuestra conciencia está ligada al doble, no nos afectan las leyes del mundo físico; más bien nos gobiernan fuerzas etéreas. Pero cuando la conciencia se encuentra ligada al cuerpo físico, nuestros movimientos son limitados por la gravedad y otras restricciones…”

Extracto del libro, Donde cruzan los brujos, de Taisha  Abelar.
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